ACERCA DEL COLECHO SEGURO
- Sofia Lewicki
- 24 jul 2019
- 5 Min. de lectura

En respuesta a un artículo reciente publicado por el diario La Voz “ colecho una buena intención con más riesgos que beneficios” donde la APA (Asociación Psicoanalítica Argentina) desaconseja la práctica del colecho.
Me gustaría aclarar punto por punto algunas cuestiones. Como bien dice el artículo: “La contención, la empatía y el amor no se logran por compartir la cama”. Me parece acertada esta aclaración, porque señala lo vincular. Nada de eso se logra por compartir una cama. Tampoco se logra por no compartirla. Y esto es lo que pierde coherencia a lo largo de todo el artículo, olvidan la dimensión de lo vincular. Que implicaría poder entender, bajo qué circunstancias se colecha, qué significa el colecho en la vida de esa familia, de qué manera lo practican, si realmente lo desean, etc.
Por otro lado, hay un error de concepto en lo que se entiende como Colecho. El Colecho es mucho más que compartir la cama. El Colecho es una práctica que, de establecerse de manera segura, implica al niño como sujeto, como persona es decir teniendo en cuenta sus necesidades de exterogestación (aquellos 9 meses afuera de la panza) ya que el ser humano nace totalmente dependiente. El colecho seguro favorece la cercanía con su madre (el hábitat ideal para el recién nacido) ya que lo ayuda a regular el ritmo cardíaco, la temperatura corporal, la lactancia materna (con todo los beneficios que esta tiene) por la que además se reduce la muerte súbita del lactante.
Las psicoanalistas entrevistadas, mandan a quienes practican colecho a terapia confundiendo el concepto de “no poder separarse de sus bebés” con el colecho en sí. Desconociendo además el escenario neurohormonal que se desencadena en la diada tras el parto y que, de establecerse, favorece la salud mental tanto de la madre como del bebé.
Por otro lado, es cierto que la teoría del apego no habla de colecho, tampoco habla de dormir en una habitación separado de sus padres, ni una práctica ni la otra garantizan un apego seguro.
Decir, además, que el colecho es un práctica donde se está pegado piel con piel habla de un concepto bastante erróneo y poco real de lo que en realidad significa, por un lado se puede practicar el colecho con una cuna pegado a la cama y por otro quienes llevamos a cabo esta práctica sabemos muy bien que es totalmente falsa la idea de que uno está pegado cuerpo a cuerpo con sus hijos, por lo general éstos terminan durmiendo con la cabeza en los pies o atravesados en la cama girando en todas las direcciones posibles. Además de que el artículo no hace diferencia entre dormir pegados piel con piel con un hijo de 15 años o uno de 8 meses. Son momentos del desarrollo totalmente diferentes y maneras de vincularse que arrojan resultados diferentes en un escenario o en otro.
También dice que se lo ubica al niño en una situación en la que quizás no quiere estar. ¡Cómo si los niños no pudieran manifestarlo! Los niños nos manifiestan absolutamente todo, siempre y cuando se haya criado a ese niño bajo el respeto, dándole voz y escuchándolo. Si al niño se lo crio bajo un régimen autoritario dónde solo se dice y se hace lo que el adulto dice, pues entonces ahí el niño seguramente no tendrá “voz” y será un títere de sus padres pero nuevamente, entonces, ahí el problema no sería el colecho. Siguiendo con lo anterior, si el niño quiere dormir solo lo comunicará. Desoir esa necesidad y ese pedido por comodidad, o porque los padres quieren seguir durmiendo con su hijo, eso es lo que resulta dañino. Desoir a una familia que no desea practicar colecho o que no puede también lo es. Y habrá que adaptar una forma respetuosa a esa familia particular.
La enseñanza del cuerpo propio y ajeno no solo depende de un momento evolutivo sino que se da con la transmisión del respeto por parte del adulto entendiéndolo a la hora de manipular el cuerpo de su hijo, pidiendole permiso, por ejemplo, para higienizarlo, para agarrarlo, no obligarlo a besar si él no lo de desea, no dar “nalgaditas” como parte de un juego “gracioso”, no tratarlo como un objeto etc. Validarle sus emociones, resguardandalo de toda violencia tanto explicita como implícita,etc. Como vemos, la diferenciación y el respeto por el cuerpo del otro va mucho más allá de practicar o no colecho. Con respecto al concepto de intimidad, es reciente en nuestra cultura y está ligado al matrimonio como eje central de la familia, interpretando que los niños interrumpirían esta unión. Le sigue la idea de la cama como único lugar dónde la pareja se reúne sexualmente (solo de manera genital, claro) ¡como si la sexualidad solo fuera genital!. Estos son datos de la prehistoria. Nuevamente, los adultos pueden significar la cama como ese lugar de encuentro sexual y erótico como único (desde ya vale aclarar que NO es respetuoso ni recomendable desde una perspectiva de la salud mental, mantenter relaciones sexuales en presencia de los hijos, NUNCA, JAMÁS). Por el contrario, la cama, también puede ser significada como el lugar dónde se duerme, entre tantas otras cosas (que también pueden implicar la sexualidad NO GENITAL)
Por último la idea de promover objetos de apego para facilitar el proceso de diferenciación yo-no yo me parece una idea poco feliz. El niño no favorecerá su identidad por tener objetos de apego, si no por generar un apego seguro con una persona (su cuidador) es el apego seguro desde lo vincular con personas el que facilitará ese proceso identitario, la autonomía y la seguridad exploratoria.
Antes de cerrar me gustaría aclarar que ningún profesional debería decir a una familia cómo tiene que dormir, pues al decirle a una familia que la cama es un lugar de encuentro sexual genital, también es decirle que tienen que tener relaciones en la cama¿?. Un profesional puede intervenir en este aspecto, si y solo sí el colecho no es seguro y se encuentra atentando la salud mental de ese niño. Para desmistificar un poco “el origen de todos los males” quiero decir que la mayoría de los niños que he visto con algún tipo de trastorno de conducta no fueron colechados, tampoco aquellas personas que llegan al consultorio criadas por otras generaciones (donde dormían en habitaciones separadas) esto quiere decir dos cosas, la primera es que NO hay evidencia científica que diga tales cosas en relación al colecho y la segunda es que la casuística clínica evidencia que la mayoría de las personas que llegan a la terapia con sus corazones rotos (asi como tampoco los casos más tradicionales que se enseñan en la facultad) han dormido con sus padres, ni han sido amamantados ni nada de lo que hoy, para muchos profesionales resulta una moda perjudicial. La mayoría de estos casos tienen que ver con la manera en que se han vinculado con sus hijos y no con las prácticas en sí. Podría estar mil horas hablando de los beneficios del colecho, también podríamos estar hablando mil horas de lo perjudicial que puede resultar si se practica de manera insegura.
Me gustaría terminar con unas palabras de Yolanda Gonzalez “Si los bebés necesitaran madurativamente dormir solos, no llorarían desconsoladamente cuando se les deja en su habitación, aunque dispongan de muchos peluches al lado y le digamos “cariño, duérmete” mientras cerramos la puerta. El llanto representa angustia, miedo y necesidad de presencia de lo contrario el bebé no se calmaría al ser atendido”
Sofia Lewicki
Lic. En Psicología.
Comments