"LOS TERRIBLES DOS DEL ADULTO"
- Sofia Lewicki
- 22 feb 2019
- 5 Min. de lectura

Esta edad es conocida popularmente como los terribles dos años y famosa por las explosiones emocionales “los berrinches. Suele coincidir, más o menos, con el inicio del desarrollo del lenguaje, el control de esfínteres, el movimiento y el alejamiento del cuerpo de la madre (y también la vuelta), un marcado y rotundo no a todo lo que el adulto propone y una independencia maravillosa.
Pero voy a detenerme en un punto que para mi es nodal en esta etapa. Porque leo mucho acerca de las “características” de un niñe de dos años, pero no una reflexión sobre la conducta del adulto que muy a duras penas intenta acompañar.
Hasta hace muy poco tiempo queríamos que nuestre hije camine, hable, vaya a jugar con otres niñes, que se “independice” un poco más... Le estimulamos y exponemos a situaciones que aún no puede procesar, empezando por sentar a un bebé que aún no puede hacerlo por sus propios medios, pararlo y desregular todo el mecanismo de propiocepción cuando lo incitamos a caminar de nuestras manos, ni hablar de ponerlo frente al televisor... Todo esto en algún punto resulta frustrante para el bebé “si no lo siento se enoja” porque claro, no puede hacerlo solo pues su cuerpo aún no está preparado para hacerlo, pero ya conoce esa posición ahora y tiene que recurrir a que alguien lo haga. De repente viene el día que quiere servirse el agua solo, o vestirse sola, elegir su ropa, correr las sillas, llevar un plato lleno de comida de la cocina al living y la lista es incansable. Empieza el caos: la pila de ropa en el piso, líquidos que se derraman, comida por toda la casa, etc, “Pequeños adolescentes dicen algunxs madres y padres”. Y los adultes necesitamos tiempo, de ese que no abunda, que nos apremia a veces con la realidad, pero que a veces es una cárcel interna porque no podemos sostener, en el mundo del todo ya y ahora, ver como un niñe tarda veinte minutos en ponerse una bota solo. Es una “pérdida de tiempo”, entonces tomamos el objeto de sus manos y lo hacemos nosotros. Que frustrante para un niñe que está intentando lograr un objetivo por si solo que venga alguien y lo haga por él (esto a veces ni siquiera se acompaña de palabra, lo cuál resulta aún peor y violento, por supuesto) … el mensaje de fondo es “vos no podes, yo lo hago” “no hay tiempo para esto”. Vienen los enojos y las explosiones …y los adultos en vez de tener una relflexión sobre las contradicciones que estamos transmitiendo e intentar cambiarlo ofrecen premios y castigos… “Si te quedas quieto para vestirte te doy un caramelo” “Qué lastima que no quieras irte de la plaza porque no podemos pasar a comprar las gomitas que tanto te gustan” “Si seguís así, nos vamos” y podría seguir… “Lo importante es el camino, no el resultado” les decimos, paradójicamente, años después…
Este niñx se convierte en un pequeñe amo de casa quiere barrer, secar el piso, cocinar, limpiar manipular elementos que a veces pueden resultar peligrosos… y nosotrxs entramos en caos. Porque resulta que la casa que hasta ese momento “estaba preparada para niñxs” se convierte en una jungla donde todo se puede trepar, saltar, correr y en una vidriera en la que cualquier cosa puede resultar atractiva. Y por más que intentemos seguir adaptando los espacios, la cosa menos inimaginable para el adulto será atractiva para investigar, moverse y comprobar hipótesis por parte del niño.
Entonces, empieza el bombardeo de los “no” todo es no. Y un día se transforma en un 80% de no sucesivos. Y suena fuerte, pero es así. Imaginense solo un día de sus vidas en que el 80% de sus elecciones se transforman en un no ¿Cómo se sentirían? ... ¡Que dura es la escuela de la vida!
El adulto exige, pide y estimula cuando el niño aún no está preparado para ello, y cuando empieza a tener el deseo de hacerlo por sus propios medios lo prohíbe, lo coharta y lo reprime.
El mensaje inconciente es: “Vos no sos ni fuiste capaz, hay alguien que ya sabe hacerlo por vos”
Entonces, frente a esta explosión de habilidades, frente a esta “independencia-dependendiente” (porque nunca es una independencia completa) que es innata el niño solo se encuentra con mensajes contradictorios que lo frustran y lo hacen sentir incompetente.
No quiero decir con esto que hay que permitirles hacer todo, eso no sería una crianza respetuosa, porque el respeto siempre se enmarca dentro de ciertos límites. Lo que propongo es re-ver la manera de plantearles las cosas en este momento tan trascendental de su desarrollo, porque corremos el riesgo de transformar a une niñx lleno de potencial en uno que explota porque no puede poner un bloque arriba del otro, o porque le pusieron una “mala nota” en el boletín. Esos niños serán los adultos del mañana (y los de hoy) débiles emocionales que buscamos las respuestas siempre en otros: pareja, hijes, amigues, trabajo, mercado de consumo y hasta en el presidente.
Y que hacemos?
• Empezar por escucharnos. Hacer concientes palabras que tenemos automatizadas. Registrar la manera en que le hablamos a nuestrxs hijos, pero ojo, también a los otros adultos que conviven con nosotres. El respeto no hace diferencias.
• Diferenciar peligros reales de miedos propios o ajenos. Un niñx pequeño jugando con un cuchillo es un peligro real no dejarlo trepar a un juego en la plaza por temor a que se golpee es un miedo del adultx.
• Darles espacios y tiempo en los que puedan explorar. Pero que ese tiempo sea el tiempo de ellxs (no los nuestros que son re distintos), para vestirse, para sacar y ponerse el pañal y explorar su cuerpo al máximo, etc.
• Existen cuestiones que todos lxs madres y padres atravesamos, momentos en los que realmente no podemos brindar ese tiempo y ese espacio porque tenemos que obligaciones reales. Allí es dónde más que nunca hay que reforzar medidas anticipatorias y encuadrar la situación de manera firme pero flexible. Salida a hacer las compras. No preguntar ¿Vamos a hacer las compras? En definitiva si no te queda otra la pregunta está demás pues no hay opción. Es mejor “vamos a ir a hacer las compras” Si el o la niña se niegan hay que invitarlos a despertar su interés, que nos ayuden a elegir las frutas y verduras, que nos ayuden a llevar el carrito, etc. Es decir darles tareas.
En definitiva es poder repensar y reflexionar acerca de nuestras conductas, porque es cierto que es un momento evolutivo muy especial para ellxs pero también lo es para nosotres, porque ya no es más el bebito que esta ahí quieto haciéndonos sonrisas y dependiendo exclusivamente de nosotres, el movimiento nos cuesta a todes adultes y niñes, pero más aún nos cuesta a nososotres que ya perdimos interés por el vuelo de una mariposa. También nos cuesta la libertad, soltarlos un poquito para que exploren, darles lugar a su ser y aceptar que este ser es diferente a nosotres aunque nos devuelva en espejo nuestras propias acciones.
Sofía Celeste Lewicki
Lic, en Psicología
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